jueves, 3 de enero de 2008

EL PESO DEL AGUA

La joya escondida

E
Estados Unidos, 2000.
Título original: The weight of water.
Directora: Kathryn Bigelow.
Producción: Janet Yang, Sigurjon Sighvatsson, A. Kitman Ho.
Guión: Alice Arlen y Chris Kyle, basado en la novela de Anita Shreve.
Fotografía: Adrian Biddle.
Música: David Hirschfelder.
Montaje: Howard E. Smith.
Duración: 114 minutos.
Intérpretes: Sean Penn (Thomas Janes), Elizabeth Hurley (Adaline Gunne) Catherine McCormack (Jean Janes), Sarah Polley (Maren Hontvedt), Josh Lucas (Rich Janes), Ciarán Hinds (Louis Wagner), Ulrich Thomsen (John Hontvedt), Anders W. Berthelsen (Evan Christenson), Katrin Cartlidge (Karen Christenson), Vinessa Shaw (Anethe Kristhenson)

No publicada previamente
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A veces nos llegan joyas escondidas bajo un título poco espectacular y con poca publicidad a sus espaldas. El peso del agua es una de ellas. Estamos ante un filme que basa su poder en la fuerza de sus imágenes y en su trama que une dos momentos históricos y dos grupos de personajes, y los une más de lo que parece a primera vista.
Jean es una reportera fotográfica que acude con su marido, un escritor que pasa una mala racha creativa, su cuñado y su guapa novia en el velero de este último, a unas islas en las que un siglo atrás se cometieron unos terribles asesinatos. La pretensión inicial es hacer un análisis del homicidio y qué empuja a la gente a cometer esos actos, pero pronto la fotógrafa empieza a intuir que algo falla en la historia y que posiblemente, el hombre que fue ahorcado por las muertes de dos mujeres, no fuera el culpable. No es este el único elemento que une ambas historias. Es más, se podría decir que son historias simétricas, aunque los personajes varíen en ella. Sería el mismo caso de la Intolerancia que David Wark Griffith dirigiera en 1916, por poner un ejemplo. Es decir, varias historias, ambientadas en tiempos muy lejanos, unidas por el mismo nexo, un tema común, la lucha por lograr la libertad frente a los intolerantes. En El peso del agua, en ambas historias (la ambientada en las islas a finales del siglo XIX, y la recreada en un velero en la actualidad) se sigue la misma trama: hay un personaje al que un hecho tormentoso de su pasado le ha hecho marchar a otro lugar, en ambos casos se trata de la ruptura de una relación amorosa que terminó bruscamente, y en ambas las personas que sufrieron ese trauma están casados con alguien que no supera (prácticamente no le llega a la suela de los zapatos) al amor perdido; en ambas, con la aparición de una bella mujer (Vinessa Shaw en el pasado, Elizabeth Hurley en la actualidad) aparecen los celos, que van creciendo en intensidad a medida que pasa el tiempo; en ambas, unida a los celos, hay una creciente obsesión paranoide del personaje que los sufre; y ambas incluyen un asesinato (o intento de) que conlleva un posterior (uno más instantáneo que otro) arrepentimiento e intención de restaurar la calma y reparar el mal hecho.
El peso del agua es un filme hipnótico, de gran fuerza visual, mucho mejor de lo que muchos dicen (algunos directores han sido elevados al Olimpo de los Dioses por muchísimo menos) y con unas grandes interpretaciones, entre las que indiscutiblemente destaca la mirada dura, arrebatadora y cargada de dramatismo de Sarah Polley, sin duda, la mejor en escena.

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